Es curioso como podemos llegar a acostumbrarnos a sentirnos mal: incómodas en un sitio de trabajo, bajo una situación de estrés, en un matrimonio infeliz, inconformes con nuestro aspecto físico, pensando que no podemos hacer nada al respecto. Me refiero a esa pesadez que sentimos, a ese aburrimiento persistente, ese sentimiento de inconformidad latente que aparece de forma constante en nuestra vida: ya es parte de nosotras. Los días transcurren y no le damos importancia a estas sensaciones, ¡lo normalizamos!
No nos dimos cuenta cuando nos acostumbramos a estar así. Nos resignamos a vivir de esa manera. Cuando pensamos en ello, muchas veces se nos viene a la mente la idea que “algún día pasará, mi marido es así y nunca cambiará…; tengo sobrepeso y es genético, no puedo hacer nada al respecto…”.
¿Cuándo aprendimos que vivir así es lo normal?
Como seres humanos estamos diseñados para experimentar todo tipo de sentimientos y emociones, unas más placenteras que otras, pero no quiere decir que debamos estancarnos sin buscar bienestar, que es nuestro estado natural. Sí, ese es nuestro derecho divino ¡ser felices!
Con bienestar y felicidad me refiero a ese estado de paz, tranquilidad, gratitud, certeza de que estamos bien. De que estaremos bien siempre, independientemente lo que nos suceda, que entendemos que la vida es neutral, como lo exponía la semana anterior en mi artículo “El drama que decidimos vivir”, y que tenemos los recursos innatos para vivir en ese estado.
No me refiero al estado eufórico de alegría, que como otras emociones son efímeras. Me refiero al bienestar interno propio del ser humano, aquel que parece ser opacado por otras emociones, pero lo real es que jamás desaparece.
Estando en paz con nosotras mismas, podemos vivir una situación triste o estresante, manteniendo ese bienestar (de fondo), ya que es nuestro estado natural. Es como el sol cuando es cubierto por las nubes, simplemente sabes que está ahí, solo que a veces no lo vemos, pero tenemos la certeza que cuando el día se despeje volveremos a sentir su calor, tal cual es el bienestar en nuestras vidas.
Viví por años en un estado de resignación permanente de dolor, pero dentro de mí sabía que había algo más y mejor para mi. Y así fue, llegó el momento en que decidí enfrentar mis miedos y buscar ese espacio de tranquilidad que había deseado por mucho tiempo y mi vida cambió radicalmente.
Ahora me doy cuenta de que independientemente de lo que me suceda, lo que sienta, lo que me estrese, me inquiete, tengo la certeza de que volveré a ese espacio de bienestar. Porque cuando lo encuentras dentro de ti, aunque se opaque, siempre regresas ahí.
Te invito a que evalúes en qué estado estás viviendo. ¿Qué es lo “normal” en ti? Si no es el bienestar, te propongo que valores lo que estás dando por sentado, a qué te acostumbraste y te preguntes si es lo que quieres para tu vida.
¿Cómo cambiaría tu vida si tu estado normal fuera el bienestar y la excepción fuera ese sentimiento que no deseas sentir y no al revés?
“En la vida las cosas se aceptan, se cambian o se dejan.”
¡Déjame tus comentarios y comparte este artículo si crees que se puede vivir en bienestar siempre! Que tengas una hermosa semana.
Con cariño,
Kenise (tu coach).
Buenos días
Gracias por su reflexión. Actualmente lucho por decidirme a cambiarme de trabajo, dejar mi estabilidad laboral por aventurarme a otro trabajo, con el único propósito de emocionalmente lograr estar bien, sentirme bien.
Pero son dos cosas tan importantes para mí que en realidad me preocupan, me quitan en sueño y aún no me decido.
Gracias por leerme.
Saludos.
Hola Kathy, que pena no haber podido responder su comentario antes. Si todavía puedo ser de ayuda podría escribirme a mi correo electrónico, [email protected] con gusto podría contestar sus dudas de una manera más directa. Un abrazo.