Maldito Calendario: Cómo el Tiempo y las Costumbres Traen a la Memoria lo que Ya No Está

En mi camino como coach de vida, uno de mis aprendizajes más valiosos ha sido la aceptación del momento presente. Entiendo que lo único que realmente tenemos es este momento. Es cierto que tenemos recuerdos, experiencias y aprendizajes que creemos están en el pasado, y que los planes futuros nos permiten visualizar lo que deseamos lograr. Pero la realidad es que todo eso lo experimentamos en el presente. Si sufrimos por lo que ocurrió antes, es porque lo estamos recordando ahora. Y sé que, muchas veces, esa intensidad con la que sentimos el dolor es tan fuerte como la que sentimos en el mismo instante en que ocurrió.

Este aprendizaje me ha llevado a la aceptación, pero desde el amor, no desde la resignación. Hablo de entender que las cosas suceden, no nos suceden a nosotras. Esta reflexión cambia profundamente nuestra percepción de la vida. La vida simplemente es. Nosotras somos las que le damos significado, la etiqueta de “bueno” o “malo”, pero la vida no se ajusta a esa categorización. La vida pasa, y nosotras nos encargamos de darle forma, de darle sentido a través de nuestros pensamientos y emociones.

Esta comprensión me ha permitido lidiar con momentos de estrés extremo, de preocupación, dolor o incluso depresión, esos sentimientos que a veces nos cuesta aceptar. Y, lo que he aprendido a lo largo de este proceso es que puedo transitar esas emociones con mayor autocompasión, con más amor hacia mí misma.

Pero, claro, nunca falta el calendario, ese que me recuerda los cumpleaños, la Navidad, el Año Nuevo… esos momentos que la sociedad espera que celebremos. Para mí, muchas veces, esos días se convierten en un recordatorio martirizante de lo que ya no está. ¿Cómo celebramos cuando personas que amamos profundamente ya no están para compartir esos momentos? ¿Por qué esos días parecen pesar tanto? ¿Por qué el calendario se convierte en un recordatorio de dolor?

El calendario me recuerda cuando todo parecía estar bien: celebrábamos juntos, con risas, chistes y abrazos. Ahora, un «Feliz cumpleaños», un «Feliz Año Nuevo» se sienten vacíos. Me doy cuenta de que la vida sigue, que nuevas personas se suman a las celebraciones, que las fotos se llenan de nuevos recuerdos. Pero el espacio que dejaron los que ya no están es irremplazable.

Hoy se cumplen tres años desde que mi hijo trascendió a un plano diferente, y aún me cuesta creer que haya pasado tanto tiempo. Cada día lo extraño, cada día siento su ausencia de una manera profunda que, a veces, me resulta difícil de comprender. Cuando veo sus fotos, me cuesta mirar su hermosa mirada, y recordarlo me sigue doliendo. Lo que me causa molestia es que el calendario me haga sufrir, simplemente porque nos hemos acostumbrado a recordar fechas. Por costumbre, sufro ese día, reviviendo hora por hora mi experiencia más aterradora, aquella que jamás imaginé vivir.

El sufrimiento muchas veces se activa cuando nos aferramos a lo que ya no está. Y aunque el calendario nos dice cómo debemos sentirnos en esos días «especiales», es importante recordar que nosotras decidimos cómo vivir nuestro presente. Recordamos el pasado, imaginamos el futuro, y le damos significado a lo que sentimos según nuestro estado emocional. Pero el presente es lo único que realmente tenemos.
Es difícil aceptar la idea de que ciertas personas o momentos ya no volverán, pero lo que he aprendido a lo largo de estos años es que la vida continúa, incluso en la pérdida. Lo que perdemos no es la esencia de lo que amábamos, sino la oportunidad de abrazarlo nuevamente. Lo que realmente duele no es solo el hecho de que las personas se vayan, sino la imposibilidad de compartir esos abrazos, de escuchar esas voces, de hacer esas cosas que solíamos hacer para demostrarles nuestro amor, sabiendo que nunca volverán.

Hoy quiero reconocer a todas las mujeres que, como yo, han tenido que aprender a sobrellevar la pérdida de alguien importante en su vida. A todas ustedes que, por momentos, quisieran simplemente saltarse esos días del calendario que parecen traer más dolor que consuelo. Porque, aunque el calendario nos impone fechas, lo que realmente importa es cómo elegimos vivir nuestra experiencia en cada uno de esos momentos.
No importa cuánto tiempo pase, el amor que sentimos por nuestros seres queridos nunca se desvanece. Es un amor que trasciende, que sigue presente en cada pensamiento, en cada lágrima y en cada sonrisa. Y aunque las fechas sigan ahí, las celebraciones cambien y las circunstancias evolucionen, el recuerdo de quienes amamos sigue vivo en nuestro corazón.

Si tú también te encuentras viviendo este tipo de dolor, te abrazo desde aquí. Sé lo que se siente, y te invito a recordar que no estás sola. En esos días en los que el calendario parece querer pesarnos más, permite que el amor por los que hemos perdido nos siga guiando. Porque, al final, ese amor es lo que permanece, más allá del tiempo, más allá de las costumbres de celebración, más allá de cualquier «maldito calendario».

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio